Debemos persuadirnos de que la exactitud gráfica no es una convención como las otras. Uno es dueño de vestir o peinarse como quiera, de adoptar tales o cuales costumbres individuales, pero el idioma es una propiedad común. La inalterabilidad, en todos sus aspectos, de este instrumento de expresión y de conocimiento que es el idioma, se nos impone a todos como una responsabilidad que no puede rehuirse. Pero hay otra razón más: la observancia de la ortografía es un síntoma de pulcritud mental, de hábito intelectual de exactitud.
(F. Lázaro Carreter, 1971).
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